Cambio tecnológico y crecimiento económico: a nuevas preguntas, nuevas respuestas
- Las empresas con una fuerte estructura digital serán quienes lideren el mercado del futuro.
Barcelona, España. 7 marzo, 2018. En términos absolutos, la tecnología lleva poco tiempo formando parte de nuestras vidas. Sin embargo, en ese breve período ha experimentado un avance muy significativo, que ha afectado a todos los ámbitos de la vida. Desde aquellas máquinas que en su día desempeñaban las tareas repetitivas en las líneas de producción hasta los dispositivos que hoy cuentan, por ejemplo, con tecnología de reconocimiento facial han pasado apenas 30 años.
A mediados de los años 90, la llegada de las tecnologías digitales revolucionó el funcionamiento de las empresas, al asumir muchas de sus tareas más rutinarias, con el consecuente ahorro de tiempo y costos que eso supuso.
Hoy en día, la tecnología va mucho más allá y es capaz de resolver problemas de forma autónoma. Sin duda este nuevo paradigma tecnológico llega para revolucionar los mercados y, como decían los economistas Brynjolfsson y McAfee, no es solo una mera anécdota.
En CaixaBank conocen muy bien esta realidad, ya que son pioneros en innovación e investigación de mercado. La labor del departamento de macroeconomía de su Area de Planificación Estratégica y Estudios ha desentrañado las claves de este proceso respondiendo a una pregunta central: ¿cuál es el potencial impacto de este cambio tecnológico sobre el mercado laboral, la estructura sectorial de la economía y el funcionamiento de las empresas?
Hay pocos temas en los que exista un amplio consenso entre los economistas. Uno de ellos es que, para que mejoren los estándares de vida, es imprescindible un ritmo de crecimiento sostenido de la productividad. Con esta máxima como guía, cabría pensar que los espectaculares avances tecnológicos que están teniendo lugar nos sitúan en una época inmejorable para que la productividad siga creciendo con fuerza. Ello, sin lugar a duda, nos debería permitir mirar al futuro con optimismo.
Sin embargo, el crecimiento de la productividad ha disminuido significativamente. Este fenómeno no es puntual ni concentrado en algunos países, sino que se viene observando de manera sostenida en las principales economías, tanto avanzadas como emergentes. Un ejemplo vale más que mil palabras: en EE.UU., si el crecimiento de la productividad laboral de los últimos cuatro años hubiera sido el del periodo 1996-2007, actualmente el poder adquisitivo de sus ciudadanos sería un 8% más alto de lo que es.
El fenómeno preocupa y ocupa a economistas y agentes responsables de diseñar la política económica. Sin embargo, las recetas que se suelen ofrecer pueden resumirse en un «hace falta más educación y más inversión». Esta fórmula era válida hace décadas, especialmente en la era industrial, pero hoy en día su efectividad no está garantizada.
Las ocupaciones están cambiando rápidamente y, junto a ello, las habilidades necesarias para sacar el máximo provecho de las nuevas tecnologías. Es imprescindible que el sistema educativo se adapte a estos cambios, no basta con más educación. También la naturaleza de la inversión de la mayoría de las empresas en la actualidad poco tiene que ver con la que se llevaba a cabo hace unas décadas. En EE.UU., la inversión en activos intangibles, como diseño de productos o software, es ya claramente superior a la inversión en activos tangibles, como edificios o maquinaria. A pesar de ello, la mayoría de programas de impulso de la inversión se focalizan en el concepto clásico de inversión.
Adaptarse a estos cambios es imprescindible y, seguramente, inevitable. Pero, si se actúa tarde o de manera reactiva, difícilmente se podrá sacar el máximo provecho de las nuevas tecnologías. No basta con reformular las recetas clásicas. Parafraseando a Mario Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, nos han cambiado todas las preguntas”.
Las profesiones del futuro
En este nuevo panorama, la tecnología se colocará en el centro del proceso productivo, llevando la eficiencia a límites hasta ahora desconocidos. Los nuevos sistemas, y su integración en el mercado a todos los niveles, traerán consigo un importante rediseño del mundo profesional tal y como hoy lo conocemos.
El llamado “efecto sustitución” ya ha comenzado a darse en algunos casos, como el de la tienda inaugurada por Amazon en Seattle, en la que no existen cajeros ni personas que atiendan y el cobro se realiza de forma automática cuando un cliente sale del local. Un fenómeno que, inevitablemente, hará desaparecer algunos trabajos. Sin embargo, esperamos que el efecto de complementariedad sea, una vez más, superior al de sustitución. Esta complementariedad se encuentra ya presente en profesiones que usan a diario las nuevas herramientas digitales para mejorar la calidad del servicio o los procesos de producción. Y se espera que este otro efecto provoque el surgimiento de nuevas profesiones que, aunque no se conozcan todavía, serán imprescindibles en un futuro cada vez menos lejano.
Según el estudio realizado por CaixaBank Research en relación a datos recogidos en 2015 por la revista Journal of Economics, desde el año 1980 en Estados Unidos se ha registrado un aumento sustancial de profesiones que requieren habilidades sociales. A medida que las nuevas tecnologías vayan extendiendo sus redes y asumiendo la elaboración de tareas más abstractas y complejas, el cambio en las habilidades requeridas para la inserción en el mercado laboral será cada vez más evidente. Este nuevo protagonismo digital desplazará los requerimientos profesionales hacia el campo de la empatía y las habilidades sociales, capacidades que resultarán fundamentales en este futuro panorama.
Los mercados del futuro
Las plataformas digitales ya participan en procesos de distribución de un gran número de bienes y servicios. En los próximos años se espera que esa participación se extienda también a los procesos de producción y posproducción en todas sus fases, tanto en cuanto al diseño o a la innovación como respecto a las estrategias de venta. Un buen ejemplo que sirve para ilustrar este inevitable y, por otro lado, sumamente rentable proceso es el caso de Spotify. La empresa, que nació como una plataforma de música en streaming, usa ya los datos sobre los gustos de sus usuarios para ofrecerles la posibilidad de comprar entradas a conciertos y eventos musicales en función de sus intereses.
Ante estas predicciones, da la impresión de que las empresas con una fuerte estructura digital serán quienes lideren el mercado del futuro. Un mercado dominado por un vasto flujo de datos que permitirán a las compañías más innovadoras ofrecer bienes y servicios 100% personalizados. La manera correcta de diferenciarse en un escenario cada vez más cargado de estímulos en el que la eficiencia ha pasado de ser un desafío a convertirse en una exigencia.
Además, todo este proceso se enmarca en un mundo cada vez más interconectado, en el que las nuevas tecnologías también tienen un protagonismo clave. Sin lugar a dudas, los mercados del futuro serán, al igual que las empresas que los formen, cada vez menos jerárquicos, más dinámicos y más flexibles. Un cambio que necesariamente deberá estar acompañado de estructuras internacionales que lo sustenten.
Las empresas del futuro
Con un horizonte profesional rediseñado por el efecto de complementariedad y un mercado rendido ante las exigencias de la internacionalización, a las empresas no les quedará más opción que ser líderes o reflejo de todos estos cambios. Algunos autores vaticinan la llegada de una nueva estructura dual. Por un lado, los avances tecnológicos posibilitarán una mejora en la calidad de los productos sin renunciar a los niveles de producción de mercados mundiales, una circunstancia que tenderá a fomentar ciertas tendencias monopolísticas. Por otro, las semillas de la especialización digital comenzarán a dar sus frutos en forma de empresas pequeñas con enfoques específicos y con altos niveles de sofisticación y personalización.
En suma, la sociedad está inmersa en un cambio de paradigma tecnológico que afectará profundamente a todos los sectores del mercado. Tomar las decisiones adecuadas y prepararse para estos cambios será imprescindible si se quieren aprovechar todas sus oportunidades. Tal y como afirma Javier García-Arenas, del departamento de macroeconomía de CaixaBank, no debemos perder de vista que la tecnología es una herramienta, pero las decisiones las continuaremos tomando nosotros: la clave no es preguntarse qué hará la tecnología en el futuro, sino qué podemos hacer nosotros con la tecnología.
Sin embargo, García-Arenas no toma en consideración las palabras de Yuval Noah Harari que van en una dirección totalmente opuesta.
“Quiero hablarles sobre el futuro de nuestra especie, y en realidad el futuro de la vida. Probablemente nosotros seamos la ultima generación de homosapiens”, dijo Harari. El profesor basa su predicción en los avances en transhumanismo, avances en bioingeniería, IA y el aprendizaje automático o aprendizaje de máquinas, que nos van a convertir en súper hombres.
“Al hackear organismos la élite puede que logre, mediante la bioingeniería, definir el futuro de la vida. Porque una vez que se interviene o hackea algo también se puede redefinir su diseño original”. Harari lo que está explicando es que dado que las personas tendrán en el interior de sus cuerpos microsensores, éstos permitirán identificar y marcar el ADN de cada persona, permitiendo a los programadores de computadores y agencias de gobierno tener acceso a lo que sucede dentro de nosotros, permitiéndoles conocer que es lo que estamos pensando al analizar la bioquímica e interacciones internas de nuestro cerebro.