Ciudadanía digital

Ciudadanía digital

Madrid, España. 29 mayo, 2016. Los jóvenes no llevan reloj en su muñeca porque consultan la hora en su smartphone. Los jóvenes no compran el periódico porque se informan a través de las redes sociales a las que atienden con frecuencia también en su smartphone. Los jóvenes no piden taxis porque para desplazarse utilizan las APPs que les proporcionan transporte alternativo más rápido y económico desde su móvil. Los jóvenes no ven la televisión porque prefieren seguir los programas a través del computador y distraerse –y aprender– conectándose al prime time de Youtube. Cientos de miles de jóvenes no asisten a clases porque las atienden online desde su casa en universidades digitales.

Tampoco compran su ropa en una tienda porque la seleccionan digitalmente y la reciben en donde deseen. Igualmente, no necesitan acudir a la sucursal bancaria: todas sus transacciones son digitales. Y se enteran del pronóstico climático, de las cotizaciones de bolsa con su teléfono móvil e inteligente. Además, se relacionan con sus amigos, por separado o en grupo, utilizando el artilugio digital. Y se desplazan de una ciudad a otra colaborativamente activando la aplicación correspondiente.
José Antonio Zarzalejos, periodista, ex director de ABC y El Correo. Está vinculado a LLORENTE & CUENCA como asesor externo permanente y ha sido director general de la empresa en España.

“En el futuro inmediato, sólo habrá un ciudadano que adquirirá la plena condición de tal con su adhesión a la digitalización de su vida en todos los órdenes, la profesional y laboral incluidas”.

Las nuevas generaciones han nacido con una virtualidad –contradictoriamente tangible– que es la tecnología digital. Una tecnología que les empodera con unas posibilidades que han revolucionado el concepto de ciudadanía. En el futuro inmediato, sólo habrá un ciudadano que adquirirá la plena condición de tal con su adhesión a la digitalización de su vida en todos los órdenes, la profesional y laboral incluidas. El hecho de que sean los jóvenes los que exteriorizan con más contundencia estos nuevos y ya consolidados comportamientos digitales, es un distintivo generacional pero, constituye, sobre todo, un anuncio del nuevo mundo que está llegando a una velocidad vertiginosa. El analfabetismo digital será –casi ya lo es– una lacra de nuestro tiempo inmediato que resultará consecuencia de la economía digital que es el desiderátum del sector servicios pero ya, también, de la industria. El presente avanza resueltamente a la plenitud tecnológica armada digitalmente y quien pretenda –persona o entidad– sustraerse a esta suerte del destino habrá perdido irremisiblemente el pulso de este período histórico.

El grado de modernización conjunto de un país –de su sociedad y de su sistema productivo– está ya en función de su digitalización. Lo sabíamos desde hace tiempo cuando se abordaba la modernización de los servicios –banca y comercio singularmente– pero la digitalización ha tomado carta de naturaleza en la industria. Este asunto fue el central en el Foro Económico Mundial de Davos, celebrado el pasado mes de enero. Y se ha denominado “la cuarta revolución industrial” tras la primera que fue la de la mecanización, la segunda, la de la electricidad y la tercera la de las tecnologías de la información, según clasificación del periodista y politólogo Andrés Ortega (semanario Ahora de 18-25 de diciembre de 2015).

Dos grandes comunidades sociales están interpeladas por la digitalización: la educativa y la empresarial. Ambas son los motores de la puesta a punto y desarrollo posterior de los países que pretendan acomodar su futuro a parámetros de confort y eficiencia. En Europa, y como es constante en la historia a lo largo de los tres últimos siglos, el norte ha apostado por el conocimiento con ventaja sobre el sur. Una auténtica catarata de estadísticas y estudios revelan que, por ejemplo en España, se dan fenómenos paradójicos. Uno de ellos es la alta tasa de penetración de los teléfonos móviles (casi 35 millones de smartphones) que se corresponde, sin embargo, con las más bajas en bancarización digital (sólo el 37% utiliza Internet en las transacciones frente al 49% de promedio en los Estados de la Unión Europea, llegando algunos países, como Islandia, al 95%). Pese a que la nuestra no es una sociedad tecnofóbica ni tecnopesimista, le está costando más que a otras la digitalización del comercio que ha transformado el sector por completo: probadores virtuales, carteles inteligentes, mapas de calor, “wifi tracking”, espejos 3 D. Es también contradictorio que grandes empresas españolas –financieras como BBVA y Santander o textiles como Inditex– se sitúen en vanguardia de la digitalización de sus servicios en tanto que la sociedad española muestra renuencias a la inmersión en ellos.

“Dos grandes comunidades sociales están interpeladas por la digitalización: la educativa y la empresarial. Ambas son los motores de la puesta a punto y desarrollo posterior de los países que pretendan comodar su futuro a parámetros de confort y eficiencia”.

Accenture Mobility Research

Según el muy útil estudio Accenture GlobalMobilityStudy 2015 la densidad digital española está por debajo de la media del ranking de las 17 de las principales economías analizadas. Los directivos empresariales españoles entrevistados en el estudio –100 de un total de 1.925– consideraron las tecnologías digitales como importantes para impulsar su negocio (optimización de sus operaciones, respuesta rápida a las demandas de sus clientes y creación de nuevas oportunidades de ingresos) y la mayoría dijo haber realizado “avances significativos”. Sin embargo, la brecha con los países más en punta tecnológicamente se mantiene. Al parecer, y siguiendo el análisis de Accenture, el problema podría localizarse en la menor propensión a utilizar herramientas tecnológicas para el análisis de los negocios en comparación con otras comunidades empresariales más resolutivas al respecto. Quizás, entre otras razones, porque se detecta que en España no se han incorporado equipos centralizados que se encarguen de la estrategia digital de las compañías según apreciación atinada de Ismael Sancha, responsable del estudio. El 74% de los directivos españoles entrevistados reconocen que la responsabilidad de la estrategia digital está dispersa en personas y equipos distintos sin contemplarla a nivel global en la organización. También ofrece reticencias y dificultades la generalización de apps móviles. Estaríamos así ante la necesidad de que la comunidad empresarial española active los dispositivos mentales de urgencia para apretar el paso en el amplio campo de la digitalización.

La salida de la crisis económica no será solvente si no incorpora valor tecnológico a sus servicios y productos y diversifica los sectores tractores que crean riqueza y empleo. No es posible resolver la aparente contradicción entre digitalización y disolución de las lacras de la crisis, especialmente el desempleo, si no hay una concepción renovada de la empleabilidad en los términos en los que se pronunció sobre este tema el vicepresidente de recursos humanos de Google en una entrevista en el New York Times. Según Laszlo Bock ya no valen los expedientes académicos ni los test al uso porque existe una “desconexión” entre el acúmulo de conocimientos universitarios y los requerimientos de empresas tan sofisticadas como Google. Bock apuesta por las “entrevistas conductuales” que descubran actitudes objetivas, personas a las que le guste “averiguar cosas” con capacidad de liderazgo. De hecho en Google, hasta el 14% de empleados de muchos equipos no son universitarios.

Estas nuevas condiciones de empleabilidad retan –antes lo he mencionado– a abandonar modelos de formación convencionales adaptados a prestaciones profesionales rutinarias y progresivamente superadas. La “inteligencia tecnológica” es verdad que suprime determinados empleos, pero también lo es que crea la necesidad de otros para los que los candidatos que fabrican las universidades y las escuelas profesionales no son idóneos. Y este es un problema seguramente general, pero específico de modelos educativos tradicionales desconectados de esos requerimientos empresariales a los que aludía el responsable de recursos humanos de Google. Según TICjob, portal de empleo especializado, Europa necesitará más de un millón de expertos en tecnología en 2020 (El Economista de 11 de febrero de 2016). En definitiva, el reto consiste en ciudadanos digitales para una economía digital que según el presidente de Telefónica, César Alierta (febrero de 2016) podría impulsar el PIB español hasta en 40%.

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